Hoy puedo decir que, después de vivir tantas experiencias y poder observarlas, me he dado cuenta cómo algunas de ellas se repetían con resultados iguales, algunos agradables y otros no tanto, que a cualquiera de ustedes le parecería una crueldad de la vida o un castigo de Dios, no fue otra cosa que el propio reflejo de aquello que estuve pensando y creyendo.
La vida no me ha enseñado nada, la vida me ha dado la oportunidad de cometer los errores necesarios para saber que yo soy el constructor de las manifestaciones que se han materializado en mi cuerpo y entorno. Estoy en la comprensión de que esta dualidad en la que vivimos me lleva siempre a situaciones buenas, ya sea de un extremo o del otro, y ahora sé que este plano está diseñado a la perfección para que ocurra lo que mejor se adapte a nuestro momento vivido.
En un extremo de esa dualidad estuve enfrentando un reto de salud, y del otro extremo mi propia madre requiere de ayuda porque ya no se vale por sí misma en algunos aspectos de movilidad, tengo una hermana, otros tres hermanos y mi papá. Aunque mi esposa y mis tres hijos nos han apoyado en esta situación con su abuela, no disponemos de todo el día, lo que nos lleva a vivir con un poco de estrés y frustración.
El hecho de llevar varias semanas con esta rutina, digo rutina porque el apoyo de mis hermanos es mínimo por sus actividades y tal vez por falta de organización en los tiempos de cada uno; pero principalmente yo considero que mi mamá siempre fue una mujer de hogar, ustedes saben, de esas mujeres que dan todo por el esposo y los hijos, me refiero a no enseñar a los varones a cocinar, hacer aseo y prepararse un desayuno o servirse a la hora de comer, de esas cosas hablo. Pues bien, mi hermana, gracias a Dios es la mayor, y recibió esta misma información, pero yo soy el siguiente en la descendencia genealógica, aquí quiero recalcar que encontrarme con una mujer que vivió en una familia numerosa y tuvo una mamá que les enseñó a ser independientes, al grado de no sentarse a comer juntos y hacerlo cada quien en el momento de sentir hambre, me llevó a quitar de mi mente la información que se venía reproduciendo entre mi familia, recuerdan ¡eso de sentarse y esperar!
Agradezco a la vida ponerme en este momento en el que la salud de mi esposa, mi hijo y la de dos de mis hermanos se vio afectada, por lo que haya sido, el punto es que esto llevo a mis otros hermanos y a mis hijas a tomar la responsabilidad de dar atención a mi mamá y a los que enfrentamos el reto de salud. Yo digo que la vida nos da la oportunidad que más necesitamos para nuestro crecimiento espiritual, mental, emocional y físico; así como esta obra maestra descrita arriba. Muchos se preguntarán ¿cuál oportunidad? ¡si todos enfermaron!, no es así, nadie se puso enfermo, eso que llaman enfermedad para mí solo fue el pretexto o la justificación de la vida para ponernos dentro del salón de clases correcto, sirvió para darnos la lección que más necesitábamos vivir para aprender aquello que nuestra madre no nos enseñó en su momento y que sirvió para vivir en esa dualidad que muchas veces no aceptamos, le huimos o renegamos de estar pasándonos a nosotros.
Ya pueden imaginarse qué sucedió en esta etapa de nuestras vidas y la de mis hermanos, por si no, se los cuento rápidamente. Mi hermana tuvo la oportunidad de enseñar a mis hermanos a servirse y cooperar en la cocina, trabajo de equipo con sus sobrinas, que también requieren de saber algunas cosas. Mis hermanos aprendieron a ser un poco más independientes y por lo menos a dejar de depender de una mujer, dos de ellos no son casados, pero con esto ya saben de los roles en pareja. Mi papá aprendió a valorar el trabajo que mi mamá hizo al dedicarle su vida, pues él se hizo cargo de ella el mayor tiempo, por lo menos un par de semanas. Mi mamá se dio cuenta de que en su momento dejó de enseñar a los varones a ejecutar acciones que eran primordiales para la vida, pero aprendió y le dio la tranquilidad de saber que el día que ella falte en este plano, sus hijos varones sabrán cómo enfrentar esta área de su vida. Yo me quedo con el valor que tienen mis padres, mis hijas, mis hermanos y mi esposa; pero sobre todo el valor que debo darle a la vida y a las situaciones que nos presenta para desplegar lo mejor de cada uno. Con lágrimas en mis ojos AGRADEZCO A DIOS lo ocurrido, extrañé a mi madre y a mi familia, pero estoy tranquilo porque aún están conmigo. GRACIAS A LA VIDA y a ustedes por leer esta experiencia.
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