El Día de Reyes, el 6 de enero, es una fecha conmemorada ampliamente alrededor del mundo. Más que una fiesta religiosa, se trata de una tradición, sin embargo, el origen de la celebración se remonta a la Biblia, pues es el día en que se conmemora la adoración del Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos, que venían de Oriente para rendir honores y traer presentes al recién nacido.
Pero ¿quiénes eran estos “reyes magos”? La palabra «mago» proviene del persa ma-gu-u-sha, “el que observa y estudia los astros”, y se refiere a una casta de sacerdotes persas o babilonios que estudiaban las estrellas, por eso se les ha relacionado con la astronomía o se les ha llamado sabios (the wise men, en inglés, los sabios).
Se cree que eran monarcas, hombres poderosos, sabios y nobles, ya que en los evangelios no se especifica ningún detalle sobre estos magos que vinieron a presentar sus respetos a Jesús. Originalmente, se representaban con ropajes persas, a partir del siglo IX aparecieron las coronas adornando sus cabezas; posteriormente se les atribuyeron orígenes en los tres continentes hasta entonces conocidos: Asia, Europa y África. Con el tiempo, han pasado a representar a toda la humanidad.
Como dije ya, no se trata de un festejo religioso, no obstante, su peso y significación es, sin duda alguna, de gran importancia dentro de cualquier religión que reconozca a Jesús como hijo de Dios, pues constituye un símbolo inequívoco del reconocimiento de Jesús, por parte del mundo pagano, como el rey y único salvador de la humanidad, los obsequios presentados nos ayudan a explicar este punto con mejor claridad.
Los regalos ofrendados fueron oro, destinado únicamente para los monarcas, pues sirve para reconocer la realeza y grandeza de una persona, al ser Jesús el destinatario, se reconoce su condición de Rey de Reyes; incienso, empleado para rendir culto a dios, al ser quemado en los altares, una prueba de la divinidad del niño, y mirra, resina necesaria para ungir su cuerpo cuando llegase el momento de su deceso, con lo que se anticipaba su muerte prematura en su condición humana y nos recuerda que Dios se hizo carne y nos entregó a su hijo.
Más allá de las implicaciones significativas de la fecha, el festejo se ha extendido, sin lugar a dudas, por la tradición de la rosca o roscón de reyes, un pan o bollo de masa dulce, en forma circular y hueca en el centro, decorada con frutos, principalmente, como representación de las coronas de los reyes y su encuentro con el Niño Jesús.
Otra muy anhelada forma de celebrar esta fecha es la de millones de niños en todo el mundo que esperan con ansias despertar el día 6 y encontrar los regalos que les trajeron los Reyes. Ciertamente no recibirán ni oro, ni incienso, ni mirra, y qué aburrido si así lo fuera, pues, para su buena fortuna, lo más común será encontrar juguetes o caramelos.
Yo este año voy a recibir, con lustros de atraso, lo que por mucho tiempo les pedí: ¡un hermanito!