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¿Qué es ser hombre? La realidad de la masculinidad. Por: Rodrigo Pedroza

Una vez escuché una sincera crítica a dedicar un día para el hombre, porque “todos los días son del hombre”. No hace falta hacer mucho análisis. Vivimos en una sociedad que ha establecido, por costumbre o cultura, reconocer al hombre, es decir, a la persona del género masculino, más que a su contraparte femenina en casi todos los espacios. Y aunque eso está cambiando poco a poco, de todos modos persiste dicha costumbre.

Pero, ¿qué es ser hombre? Será acaso que, como ser hombres “es bien fácil”, ¿está de más dedicar un día a los hombres? Quizás como otros días internacionales de algo, es menester preguntarnos sobre la realidad de la masculinidad, y todos los mitos que hay en torno a la construcción de ser hombres.

Las estadísticas del INEGI[1] nos muestran una alarmante realidad. Más del 50% de suicidios en México son de hombres, entre los 15 y 29 años de edad. Soledad, depresión con riesgo suicida, personas con otra orientación sexual, entre otras[2], son las causas más sonadas. Son los síntomas de una pandemia silenciosa.

¿Qué enfrentan los hombres? ¿Qué cargas la sociedad ha impuesto en los hombres? Los suicidios no ocurren porque sí. Las enfermedades emocionales o psiquiátricas no vienen, como todas las enfermedades, porque sí. Existe un deterioro de algo, una causa, una explicación. Ya sea del escenario social, o del ecosistema donde se vive, pero siempre hay una razón. Si bien últimamente el dedo en el renglón se ha puesto en los derechos de la mujer (que sí es justificada crítica deconstructiva de sistemas patriarcales), hay que luchar por clarificar aquellos impuestos modelos opresivos e identidades ficticias que distan de una sana masculinidad.

Por ejemplo. Los hombres son fuertes, no muestran su dolor. Los verdaderos hombres machos alfa lomos plateados (sic) no se rajan, se emborrachan hasta morir, no van al médico, ¿para qué?, oprimen a la esposa, no se meten en cosas de los hijos, pueden tener todas las mujeres que quieran, y un largo etc.

Además de todo, el esquema capitalista en donde nos movemos, donde la fuerza productiva del hombre queda reducida al valor del producto, no a su tiempo vida, influye en el autoestima del que solo sirve en tanto el patrón paga, que es proveedor de un hogar, al que no importa si descansa o no. ¿A qué hora disfruta la vida un hombre que vive para el trabajo? Aunado a eso, la falta de modelos de ternura paternales extendidísimos en las familias latinas, el excesivo “machismo femenino”, el bombardeo de productos, diría Freud, dirigidos a las pulsiones masculinas, le quitan el sentido a la vida. Lo masculino queda oprimido bajo una esfera donde se pierde el ser real del hombre. El ser del hombre es un producto de una sociedad indolente, creadora de patriarcados, opresiones y hasta de actitudes criminales.

Pero sabemos que ser hombre es más que eso. Todos los hombres sabemos, en el fondo del alma, que ser hombre está lejos de ser exclusivamente lo socialmente aceptado (o normalizado). Algunos vivimos luchando constantemente con las realidades que oprimen una vida emocionalmente saludable, buscando la liberación de esquemas que no permiten desarrollar nuestro ser de forma holística. Por eso dirían los filósofos de la liberación que se necesita la toma de conciencia para la liberación del sinsentido de una esencia que se diluye en lo normalizado.

Es decir. Si hacemos una buena reflexión, ser un hombre bueno, liberado, tendrá que ver con romper con modelos generacionales tan arraigados en nuestras costumbres. La heroicidad de un hombre, su virilidad, tendría que estar del lado de buscar transformarse en un hombre saludable. Ojo, no en seguir justificando aquellas cuestiones de las pulsiones, aquellas actitudes naturales propias de la testosterona (tú sabes a qué me refiero, amigo). Ser hombres saludables tendría que ver con reconstruirnos completamente, en sociedad, emociones, en sexualidad, etc.

Piensa: ¿Qué puede llevar a jóvenes entre 15 y 29 a perder el sentido de la vida? ¡Si esa es la edad más increíble de todas! Pero, ¿cómo responder positivamente, si entre los mismos hombres carecemos de modelos de esperanza? Es decir, no de coaches emocionales, charlatanes de la felicidad o semejantes, sino de hombres que saben vivir la alegría de la vida. Alegría, señores; no futbol y cerveza. Alegría como esperanza de vida, como modelo para sobreponerse al sinsentido de una forma creativa. “Alegría” tomada en el sentido que, a pesar de las frustraciones de la vida, algo nos mantiene a flote.

¿Qué será ese algo? Pues justamente el rompimiento, como hemos venido diciendo, con los modelos que generacionalmente traemos. Es decir, nosotros también tenemos que deconstruir la masculinidad, cosa harto difícil en la sociedad que impide que expresemos nuestras emociones, porque conlleva a exponer nuestra vulnerabilidad… Caray, ¡qué lejos estamos de eso! Sin embargo, no es imposible, porque mientras tengamos vida, podemos comenzar a ser modelos unos de otros. La vida misma exige que nos adaptemos a la vida. Es decir, a vivir la libertad.

¿Cómo es esto? Puedes ser modelo para tus hijos varones, cuando les enseñas que el respeto y la fraternidad son la base de una sociedad justa, cuando les enseñas que está bien llorar, y expresar enojos y emociones de forma correcta; cuando les enseñas a tus hijas lo importantes que son, que serán, y trabajas en su autoestima como si en ello se te fuera la vida; cuando eres justo con tus empleados y practicas la empatía con los prójimos; cuando eres solidario con tus compañeros y no un lobo rapaz… Entonces comenzamos a formular otros modelos que deconstruyen patriarcalismos indolentes, exclusivistas, injustos, violentos; comienzas, a hacer conciencia de tu propia situación de injusticia, para de ahí plantear tu liberación[3]. Esto, nos dice Dussell[4], planteará esquema de liberación en un modelo que acarreará la justicia fraternal (amor al próximo); erótica en cuanto a nuestras relaciones justas con el otro género; pedagógica en tanto enseñamos a nuestros hijos que son proyecto futuro: son ellos el semillero de una situación nueva, de modelos nuevos, de hombres nuevos.

Suena lindo, pero, a modo de acercar un poquito más la utopía, —y aunque los filósofos no lo dirían así quizá porque suena cursi—, pero digamos que ser hombre es saber amar con ternura y bien, sin el exceso o la pusilanimidad. Significa ser honestos con nuestros miedos, escuchar a los otros (sobre todo a ese totalmente otro que es la feminidad), es enfrentarse con valentía a los esquemas impuestos y ficticios de la economía, la cultura y el poder. Es llorar y reír a carcajadas (sin necesidad de desinhibirse con alcohol); es esforzarse por no ser un padre ausente, es amar a la esposa con escoba y trapeador, alentando proyectos y esfuerzos; es acompañar solidariamente a los otros…


[1] https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2022/EAP_SUICIDIOS22.pdf

[2] https://unamglobal.unam.mx/aumentan-suicidios-en-mexico/

[3] Freire, Pedagogía del Oprimido, S. XXI Editores.

[4] Dussel, E. Filosofía de la liberación, S. XXI Editores.

Rodrigo Pedroza es licenciado en Filosofía, además de diseñador de Comunicación Global Design y autor de Crónicas de la Confederación Cuántica: 1.

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