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Lazos inquebrantables. Por Gi Ortega

El 5 de septiembre se celebra en muchos países el Día Mundial del Hermano, en homenaje a aquellos seres con quienes compartimos progenitores, techo, ropa, comida, regaños, castigos y hasta travesuras y confidencias.

Sonrío porque eres mi hermano, me río porque no hay nada que puedas hacer para evitarlo.

Anónimo

Pero ¿por qué son tan importantes los hermanos? De alguna manera, un hermano es un legado que nos dejan nuestros padres, una herencia en vida, pues se trata de un vínculo irrompible con una persona de por vida.

Cierto, no todas las relaciones fraternales son óptimas o idílicas, y, en general, las relaciones entre hermanos suelen tener altibajos y episodios tanto de amor como de odio, pero, al final del día, un hermano es alguien que va a estar ahí, para bien o para mal, y no solo eso, sino que es familia.

Yo no gozo la fortuna de tener hermanos. De niña por años pedí un hermanito a mis papás, pero decidieron que conmigo era suficiente. A veces pienso que esa fue una decisión un tanto egoísta. Es verdad, tal vez la situación económica no era la mejor, y gracias a la ausencia de un miembro adicional en la familia es que yo tuve la oportunidad de disfrutar de muchos de los beneficios que ser hijo único conlleva.

Sin embargo, siempre me hizo falta ese alguien con quién crecer, jalarme de las greñas, de quién sentir celos y hacerle maldades, con quién compartir secretos o regaños, de quién renegar, pero también con quién renegar de mis papás, a quién cuidar y que me cuidara, con quién compartir complicidad en las diabluras, a quién impulsar y ayudar a hacer cosas, o que, igualmente, me motivara y me inspirara confianza a mí, con quien sacarle canas verdes a mamá, y casi matarla de un soponcio con nuestras barbaridades; alguien para compartir toses y resfríos, varicela o sarampión, tristezas, dolores, berrinches y llantos, gritos, enojos y risas por igual, pero, sobre todo, a quien hacer responsable de mis fechorías y eximir mis culpas.

Hermanos, Hermano, Hermana, Niños, Niña

Alguna vez mi mamá me aconsejó hacerme de muuuy buenos amigos, a falta de hermanos (gracias, mamá, por el consejo, pero ¿de quién es la culpa?). Y los tengo. Adoro a mis amigos, me encanta hacer cosas con ellos, salir, pasear, viajar, ir a fiestas o conciertos, compartir tanto penas como borracheras, alegrías y decepciones, y hasta peleas y reconciliaciones. Y aunque sé que no son mis hermanos, definitivamente son mi familia, y los amo con todo el corazón.

Así que, si eres de los privilegiados que tienen hermanos consanguíneos, medios hermanos o hermanastros, o como yo, tienes hermanos adoptados por elección, no dejes que este día pase desapercibido y celébralo con esa persona especial, porque en mi opinión, no hay sensación más bonita que intercambiar miradas con un hermano —sea de sangre o del alma, carnal, güey, bro, sis, friend, bestie, o como le llames—, asentir con sonrisas, lanzar un buen inguesú y aventurarse a la vida sabiendo que no estás solo, que alguien te respalda, y que pase lo que pase, ahí estarán, el uno para el otro.

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