Platicando con mis conocidos y amigos, me doy cuenta de que algo pasa en mí, recientemente todos los temas han girado en torno a la situación que estamos viviendo en la mayor parte del mundo; las frases que rondan en boca de todos: “cuidándote tú, nos cuidas a todos”, “no salgas, mantente en casa”, “mantén la sana distancia”, “usa el cubrebocas” y otras tantas frases que se han inventado. La información que se da en los medios: TV, radio, periódicos, internet, redes sociales no sobrepasa de decir lo mismo… miedo, miedo, miedo.
Manipulación, influencia sobre las personas, programación de nuevos patrones, control poblacional, sometimiento, adoctrinamiento. Y no es que la pandemia nos cambió la vida rápidamente, es que la pandemia sirvió para cambiar la vida forzadamente. Cambio de hábitos, de pensamientos, de acciones y actividades, cambio de costumbres, cultura, imposición de tecnología más dañina, cambio en las creencias básicas, tentativas contra la libertad humana, atentar contra nuestro derecho a la vida, nuestro derecho a la salud, a la libertad de expresarnos, causar la división de las familias, desintegrar vínculos sociales para darle validez a la frase “divide y vencerás”.
El confinamiento solo sirvió para darme cuenta de que hoy más que nunca debemos salir de nuestro propio encierro, del valor tan grande que tiene la libertad que nuestro creador nos dio, la utilicé para darme cuenta de que hoy, más que nunca, debo unirme a lo que existe como parte de mi propia naturaleza, me ha dado la oportunidad de estar conmigo mismo, de disfrutarme como ser divino, de ver mi grandeza y de ver todo aquello que no necesitamos.
También me sirvió para crear conciencia acerca de que mi vida no depende de un gobierno, de una constitución política, de un sistema de salud, de un sistema económico, de un sistema educativo obsoleto, de un sistema religioso corrompido y de organizaciones internacionales que solo hacen de ese mundo un lugar donde promueven la pobreza, la enfermedad, la contaminación, la tiranía, la violencia, el maltrato, el control, el miedo, la falta de amor, el estancamiento y la muerte.
He dejado de creer en todo esto que he mencionado, no le tengo miedo a nada y a nadie porque mi vida no depende de nada ni de nadie, mi vida depende solo del ser supremo que vive en mí, del ser divino que me fue otorgado desde mi nacimiento, del ser de luz que me guía día con día de mi maravillosa existencia, del potencial que está guardado en esa esencia maravillosa que me conforma.
Hoy quiero decir que esto que escribo está en mi mente, y que mi derecho natural me da la oportunidad de externarlo, ya sea que les guste o no a quien lo lea. Hoy estoy diciendo que nadie más conduce mi vida con inventos y creaciones. Hoy estoy diciendo que la libertad no es de unos cuantos, que el derecho a la vida es de quien quiere vivir, que la elección a estar saludable no depende de una vacuna, de un diagnóstico médico y mucho menos de una organización mundial.
HOY DECIDO ESCUCHAR MI PODER INTERIOR.
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