Ser maestro es una de las más bellas profesiones, ya que un buen docente tiene el don de llegar al corazón de sus alumnos, siendo empático y, lo más importante, que vea en cada alumno una nueva posibilidad para fortalecer la sociedad formando a futuros ciudadanos, analíticos y reflexivos, capaces de construir un mundo mejor, que tengan como cimientos los valores del respeto, la responsabilidad, la solidaridad la amistad y una convivencia armoniosa, así, en el futuro, gozaremos de un  mundo con equilibrio social  entre la  humanidad y el medio ambiente.

La experiencia de ser maestra es una bendición de Dios, pues tenemos la oportunidad de sembrar en el corazón de cada alumno sentimientos que les permitan convertirse en sólidos pilares con la capacidad de soportar todos los embates de corrupción.

De cada alumno se aprende algo, y lo más importante es que esos aprendizajes se quedan para siempre en el alma de cada maestro, pues en cada alumno hay un hijo por decisión propia, ya que se comparten con ellos momentos de dolor, tristeza y alegría, cada alumno tiene una historia que le impide desarrollarse como profesionista, pero si el maestro lo observa y escucha, podrá hallar la manera de mostrarle que en la vida, a través del aprendizaje, encontrará la felicidad de formar un hogar con oportunidades para alcanzar todas sus metas.

Y que los incendios no se apagan con gasolina, sino con agua, por esa razón ellos deben de caminar por la vida de la mano de la superación y la esperanza de una vida   mejor.

Cada alumno tiene potencial, especialmente aquellos que enfrentan problemas de conducta, pues esa energía desenfrenada y desafiante es una forma de defenderse y ocultar su gran capacidad como estudiante; por esa razón, a ningún alumno se le puede privar del derecho constitucional de la educación con castigos y suspensión de clases, ya que los alumnos con problemas de conducta son a los que se les debe de dar más apoyo y atención, y no proceder de manera contraria expulsándolos, puesto que el médico es para el enfermo y el maestro para aquellos alumnos que son rechazados  por su familia y entorno social, lo que los podría convertir en resentidos y futuros delincuentes.

Formando con amor

Maestro querido, que vas por el mundo 
tomando mil manos con rumbo al saber.
Hoy quiero pedirte 
que nunca nunca te canses 
y sigas tu lucha de frente y de pie.
Pues eres, maestro, el gran formador 
que siembra y cosecha ternura y amor.
Recibe mil gracias por ser instructor 
del regalo más valioso 
que Dios me obsequió.

Teodola Barriga Hernández es maestra y autora de De cada vida nace una poesía.