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El amor tiene cuatro patas y dice guau. Por Gi Ortega

Hoy celebramos el Día Internacional del Perro, una fecha dedicada a honrar a esos compañeros de cuatro patas que llenan nuestras vidas de amor y alegría. La relación entre humanos y perros es una de las más antiguas y profundas que existen, forjada a lo largo de milenios de convivencia y cooperación.

Los primeros contactos se remontan a hace unos 15 mil a 30 mil años, cuando los lobos, antecesores de los perros, comenzaron a acercarse a los asentamientos humanos en busca de comida. Lo que probablemente propició una relación de mutuo beneficio, pues los lobos obtenían comida y protección, y los humanos ganaban compañeros de caza y guardianes de las tribus.

Una vez establecido el proceso de domesticación, estos primeros perros comenzaron a diferenciarse de sus ancestros lobos no solo en comportamiento, también en apariencia física. Más adelante, en civilizaciones como las egipcia, griega y romana, los perros desempeñaban roles específicos y eran valorados por sus habilidades, así vemos ya apariciones caninas en el arte y la religión.

Para la Edad Media se convirtieron en compañeros de nobles y reyes, y en el Renacimiento es que se empezó a desarrollar la crianza, dando lugar a las primeras razas definidas. Es a partir del siglo XIX que nuestra relación con los perros cambió significativamente, pues empezamos a verlos más como compañeros y mascotas que como trabajadores y apoyo a nuestras actividades domésticas.

No se les llama “el mejor amigo del hombre” nada más porque sí. La importancia de los perros en la vida de los humanos es profunda y multifacética, abarcando aspectos emocionales, físicos y sociales. Además de ser mascotas, los perros desempeñan roles importantes para nuestras sociedades, ya sea en la policía, el ejército, detectando drogas o explosivos, en misiones de rescate en situaciones de desastre y asistiendo en terapias para pacientes en hospitales y hogares de ancianos, así como asistencia para personas con discapacidades físicas.

Desde los tiempos en que nuestros antepasados cazaban juntos en la prehistoria hasta la era moderna en que nos acompañan en nuestros hogares, los perros han sido nuestros fieles aliados, protectores y amigos. Pero en la actualidad la relación emocional se torna más fuerte que nunca.

Un perro ya no solo es una mascota, es un miembro de la familia. Su lealtad es inquebrantable, su amor es puro y desinteresado. Nos acompañan y reconfortan en momentos de tristeza y alegría, ofreciéndonos su compañía silenciosa y su afecto sincero. Y si prestamos atención, nos enseñan lecciones de vida valiosísimas: a vivir el presente, a disfrutar de las pequeñas cosas y a amar sin condiciones.

Para muchos, un perro es un refugio emocional, un apoyo incondicional en los momentos más difíciles. Nos reciben con entusiasmo desbordante cada vez que llegamos a casa, sin importar si hemos tenido un mal día o si hemos estado ausentes solo unos minutos; el feliz movimiento de sus colas al recibirnos es sinónimo de amor y, para muchos, motivo de dicha y tranquilidad. Esa capacidad de amar tan profundamente, sin esperar nada a cambio, es lo que hace que la relación entre humanos y perros sea tan especial.

Para reflexionar

No obstante, México ocupa el tercer lugar en el ranking mundial de maltrato animal, conservando prácticas como el abandono y la violencia en contra de ellos. Siendo el perro un animal tan importante para el ser humano, una relación con un perro conlleva mucha responsabilidad, es un vínculo que se extenderá no solo por el largo de su vida, sino de las nuestras. Así como ellos nos dan tanta alegría, nosotros debemos corresponder con cuidado, atención y amor.

En hawaiano hay una palabra muy hermosa que se usa para referirse a los humanos en una relación con un animal. No somos los dueños de nuestro perro o mascota, somos sus “kahu”, que envuelve varios significados, pero entre ellos destacan guardián, protector, representante o administrador, educador y asistente amoroso, es decir, alguien encargado de la custodia y bienestar de algo precioso, el animalito.

En la cultura hawaiana se considera que los animales son regalos de los dioses, y quienes los reciben en sus casas tienen la responsabilidad (y yo agregaría obligación) de cuidar, amar y proteger a ser valioso que se le ha sido confiado.

Fomentemos el respeto a esas almas puras que vienen a traer dicha y amor a nuestras vidas, y cumplamos con la responsabilidad que ser sus kahu conlleva. Aprendamos el lenguaje del amor sin límites y no dejemos que los “I guau you!” se acaben nunca.

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