La sexualidad aún en nuestros días se considera un tema tabú, más allá del género o la preferencia, abordar el tema es un proceso complicado para el ser humano. Todavía se vuelve más complejo si pensamos en países o culturas donde casi es un delito hablar de sexo, donde no puedes ni besarte en público ni demostrar cualquier expresión de amor.
Ahora bien, vayamos al siglo XIX, donde la sociedad victoriana retomó un antiguo término proveniente de Egipto y duramente castigado en la edad media por la religión: la histeria. La ciencia creía que la mujer sufría terribles problemas con el útero, puesto que en ocasiones atravesaba episodios sumamente altos de impotencia, frustración, enfado y la terrible idea de que algo andaba mal en ella. ¿Qué ser humano, en sus cabales, puede aguantar semejante presión? Los doctores de la época se dieron cuenta de que la masturbación era la única forma de “curar” esa patología. Cabe resaltar que para ellos estos síntomas eran exclusivos de la mujer, los hombres para nada sucumbían a estos signos y, en caso de que así fuera, con toda libertad podían asistir a cualquier burdel para desfogarse, fuera casado o no.
¿Qué mujer tenía libertad de sentir placer sin experimentar culpa o ser señalada? Ni siquiera las prostitutas corrían con esa suerte porque su goce no era prioridad, y pobre de aquella que sí lo hacía porque no pertenecía al buen camino. La mujer casada tampoco recibía semejante privilegio, no se practicaba el sexo por satisfacción, sino por procreación.
Con lo anterior no quiero decir que ninguna mujer en la historia disfrutó del sexo, claro que hubo muchas que averiguaron por qué sienten lo que experimentan, por qué su cuerpo es diferente, cómo se le llama a este instante de exaltación que siento al masturbarme o al tener sexo. Gracias a ellas podemos tener mayor información, técnicas, posturas y juguetes sexuales para nuestro placer. La mayor exponente fue Marie Bonaparte —sí, sobrina nieta de Napoleón Bonaparte—, quien hizo investigaciones sobre la masturbación, la función del clítoris y la resolución de que el placer femenino va directamente relacionado con lo psicológico. No en vano fue una gran discípula de Sigmund Freud.
Paradójicamente, en el 2006, José Arimateia Dantas Lacerda, concejal de Esperantina, Brasil, impulsó la importancia del orgasmo femenino debido a un estudio que se realizó en la Universidad Federal de Piauí, donde se reveló que el 28 % de las mujeres en esa región no alcanzaban el orgasmo. A partir de ese momento se propagó la importancia de la estimulación sexual femenina, y es por eso que el 8 de agosto se conmemora el Día Internacional del Orgasmo Femenino.
No reforcemos la sentencia de que el gozo, disfrute, éxtasis, es sinónimo de culpa. Tócate, experimenta, descubre qué te gusta y lo que no. El orgasmo sí es un grito de amor.