De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental es un estado de bienestar en el que el individuo es consciente de sus propias capacidades, es capaz de afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y retribuir a su comunidad. Con una salud mental adecuada, es posible hacer frente a los diferentes retos de la vida, mantenernos saludables físicamente, ser capaces de establecer relaciones sociales sanas, alcanzar el desarrollo de nuestro potencial y facilitar el logro de los objetivos propuestos.
En cambio, cuando la salud mental se ve afectada, se refleja en los pensamientos, sentimientos, estado de ánimo y comportamiento, pudiendo afectar de manera temporal o prolongada. Influyendo en la manera en la que nos relacionamos y funcionamos todos los días.
Algunas de sus manifestaciones pueden ser trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, consumo excesivo de alcohol, tabaco u otras sustancias, trastornos de alimentación, comportamientos violentos, conductas sexuales de riesgo, abandono laboral o escolar hasta el suicido.
¿Cómo cuidar la salud mental?
De manera general, hay algunos aspectos que pueden ayudarnos a mejorar nuestra salud mental, tales como mantener hábitos saludables, sanas relaciones con los demás, tener un propósito en la vida, desarrollar habilidades para el manejo del conflicto, tolerancia a la frustración y, por supuesto, atender y acudir con un especialista, cuando se detecte que algo ya no está bien en algunos de los puntos señalados arriba.
Por otro lado, también es posible desarrollar recursos psicológicos personales, como protectores de salud mental, algunos de los cuales pueden ser:
• Aprender a manejar las emociones ante cualquier situación, ampliando la capacidad de resiliencia. También, es fundamental aprender a potencializar y generar emociones más positivas, considerando como positivas aquellas emociones que sean percibidas como placenteras, como la alegría, tranquilidad, satisfacción personal, etcétera.
• Flexibilidad cognoscitiva, se refiere a la capacidad de tener pensamientos flexibles, creativos e integradores para resolver un problema.
• Estilos de afrontamiento, se refiere a la capacidad de ampliar repertorios de pensamientos que permitan replantearse los problemas desde diferentes perspectivas y buscar alternativas de solución. A mayor flexibilidad cognoscitiva, mayor será el estilo de afrontamiento.
• Resiliencia, se refiere a ser capaz de superar circunstancias difíciles, traumáticas o adversas, para lo cual es necesario ser conscientes de los recursos emocionales y cognitivos que se tienen para afrontar situaciones complejas. • Establecer relaciones interpersonales, que permitan contar con una red de apoyo social y familiar que sostenga y acompañe cuando se necesite.
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