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Celebremos el org-AAAH-smo femenino. Por Gi Ortega

El orgasmo, también llamado clímax (sexual), es lo que pasa cuando se llega a la parte más intensa de la excitación sexual y que se presenta como una descarga de la tensión acumulada que resulta en contracciones musculares en la región pélvica que generan placer sexual, pero más allá de conocer su definición o lo que el diccionario dice que es un orgasmo, me interesaría saber cuántas lo hemos experimentado al menos una vez en la vida.

Mi pregunta no es en vano, pongamos las cartas sobre la mesa: en relaciones heterosexuales, el 90 % de hombres reporta SIEMPRE alcanzar el orgasmo, contra un 70 % de mujeres que dice NO alcanzarlo, es decir, solo el 30 % lo alcanza. Aproximadamente 10 % de las mujeres casadas y 30 % de las mujeres solteras aseguran nunca haber tenido uno. Pero la percepción masculina es que, de las mujeres con las que han estado involucrados sexualmente, 85 % ha logrado un orgasmo.

Así como existe, en términos de género, una brecha salarial, hay también una brecha del orgasmo. Su existencia es indiscutible, los números no mienten. Sus implicaciones repercuten en la salud psicológica, física y reproductiva de las mujeres. Se trata de una problemática social que empieza a estudiarse y a la cual poco a poco empieza a prestarse más atención.

Se ha demostrado que, biológicamente, la mujer no tiene ningún impedimento para alcanzar el orgasmo, por lo que la causa de su escasez es meramente cultural. Por siglos, la mujer ha sido situada en segundo plano respecto del hombre, y sus necesidades sexuales no son la excepción, al grado de que en muchos casos (por no decir que en la mayoría) están subordinadas al deseo y placer masculinos.

No es, por tanto, de extrañar que en América Latina el 30 % de las mujeres en edad reproductiva y con vida sexual activa reporten no haber experimentado un orgasmo. Ciertamente, hay una fuerte carga cultural, reforzada desde la religión, que reprime la sexualidad y el placer femeninos.

Según el Instituto Mexicano de Sexología (Inmesex), solo el 43 % de las mexicanas ha experimentado un orgasmo, y 40 % en zonas urbanas (se calcula que en áreas rurales el porcentaje puede ser mayor) padece de anorgasmia, es decir, el retraso, poca frecuencia o ausencia del orgasmo después de la excitación y estimulación adecuadas.

Recordemos que el orgasmo femenino no es un requisito para la concepción, y que la mujer, en promedio, tarda entre 40 y 80 % más que el hombre en llegar al clímax, por lo que, en general, en las relaciones heterosexuales, su importancia se ha dejado de lado.

Y antes de que me juzguen por escribir con agenda feminista (que no lo niego, sí lo hago), déjenme les comparto otra tanda de datos duros: el 86 % de las mujeres lesbianas llegan al orgasmo la mayoría de las veces; el 95 % de las mujeres alcanza el orgasmo durante la masturbación, mientras que únicamente 29 % lo experimenta durante la relación sexual. La posibilidad de lograr el clímax aumenta si se recibe sexo oral, pero esta es una práctica más común en relaciones homosexuales que heterosexuales, y el 54 % nunca se ha estimulado los órganos sexuales hasta tener un orgasmo.

Las ideas de que el sexo es algo sucio o malo, que la mujer debe ser recatada o pura, y que solo la satisfacción del hombre es importante han permeado nuestra cultura, al grado de orillar a la mujer al desconocimiento de su propio cuerpo y a esa anorgasmia de que hablaba líneas arriba. Lo curioso es que la mujer que padece anorgasmia es capaz de excitarse y gozar, presenta lubricación vaginal y reacciones corporales relacionadas con la excitación, solo que no llega al clímax, entonces ¿a qué se debe? Creo que podemos culpar, en gran medida, a la falta de una buena educación sexual, así como a los estigmas con que carga la mujer (incluidas las frustraciones ocasionadas por los inalcanzables estándares de belleza que, en un contexto que involucra desnudez, sin duda alguna se hacen aun más patentes) y que la frenan de soltarse y disfrutar, de autoexplorarse y conocerse, así como de exigir su satisfacción.

Pero ¿no le deja eso toda la responsabilidad a la mujer? ¿Dónde queda el papel del hombre? Considerando la baja tasa de satisfacción femenina en las relaciones heterosexuales frente a las lésbicas, se hace evidente que la falta de conocimiento del hombre sobre el cuerpo femenino y su falta de atención al placer de su pareja también son un factor de peso, así como prevalencia de las relaciones sexuales penecentristas, cuya prioridad son el pene y la penetración.

Entre las diez preguntas sexuales más buscadas en Google destacan, como número uno “¿Dónde está el punto G?”, y en segundo lugar “¿Cómo conseguir que una mujer tenga un orgasmo?”, lo que habla del claro desconocimiento y falta de información respecto al cuerpo y el placer femeninos, pero, desde una perspectiva optimista, también habla ya de un interés conocer mejor y satisfacer a las mujeres. (No todo está perdido).

Y fue justamente un estudio de los alumnos de la Universidad Federal de Piauí sobre esta problemática, que detectaba que el 28 % de las mujeres de la región tenían dificultades para expresar su derecho a sentir placer durante el acto sexual, que hoy celebramos el Día Internacional del Orgasmo Femenino.

Resulta que este alarmante porcentaje llegó a oídos del concejal José Arimateia Dantas Lacerda, quien creía que si las personas no eran plenas sexualmente no podían conseguir la felicidad, decidió impulsar una ordenanza para crear conciencia en los habitantes e hicieran un esfuerzo para que sus parejas llegaran al clímax, con lo que se decretó el Día del Orgasmo.

La celebración gozó de gran fama y, desde 2006, se ha establecido como una celebración a nivel mundial, que más que celebrar el orgasmo femenino (que aceptémoslo, sí es motivo de fiesta), debiera tomarse como una fecha para crear conciencia sobre la importancia del orgasmo femenino, así como de la atención al placer y satisfacción de la mujer.

Se ha descubierto que una vida sexual sana puede influir en beneficio de la salud mental de la mujer, evitando enfermedades como la demencia senil, alzhéimer y males del tipo neurológico; es, además, excelente terapia para la migraña y dolores de cabeza. El orgasmo aumenta los niveles de felicidad y convierte a la mujer en una persona más segura de sí misma; también disminuye el estrés, regula el flujo sanguíneo, favorece el sueño, mejora la piel y da una sensación de rejuvenecimiento, entre muchos otros beneficios.

Así que este 8 de agosto (y todos los días), celebremos el orgasmo haciendo del verbo VENIR un verbo reflexivo: Yo me vengo, tú te vienes, ella se viene, todas nos venimos…

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