En el marco de la conmemoración del Día Mundial de las Cardiopatías Congénitas (CC), debemos hacer un alto en el camino y reflexionar sobre la importancia de este problema de salud en México, pues 4-5 de cada 1000 nacimientos presenta algún tipo de esta malformación cardiaca, cuya cifra se extrapola en números crudos, entre 18 y 20 000 nuevos casos al año.
El tratamiento de la mayoría de los pacientes es quirúrgica o bien intervencionista (cateterismo), representando aproximadamente el 40 % de la ocupación médico-quirúrgica de los hospitales involucrados en el tratamiento de estos padecimientos tan especializados. Si bien es cierto que cuando pensamos en cardiopatías congénitas, inmediatamente vienen a nuestra mente los niños, quisiera sensibilizar al lector que, derivado del éxito obtenido en el tratamiento de estas patologías, hoy, el problema de las cardiopatías congénitas se extiende a la vida adulta, por lo que deben tener un seguimiento estricto, sin embargo, durante la etapa de adolescencia, se produce un vacío de atención entre pediatras y cardiólogos de adultos, que, muchas veces, no tienen las competencias apropiadas para abordar la problemática de forma integral y acompañar a los pacientes en aspectos como la anticoagulación, embarazo, anticoncepción, etc.
Nuestro país cuenta con siete centros hospitalarios, capaces de brindar una atención integral, pero estos aún no han direccionado su atención a las Cardiopatías Congénitas del Adulto (CCA), pues nos enfrentaremos en la próxima década a un tsunami de pacientes que cada día va creciendo, por lo que las autoridades, tanto educativas y de salud, deberán adoptar programas de entrenamiento, que garanticen la atención especializada y sistemática de estos pacientes, de la mano de otros departamentos como el de Electrofisiología e Insuficiencia Cardiaca.
Hoy no solo nos enfrentamos al trasplante cardiaco, sino al cardiohepático, para aquellos pacientes sometidos en la infancia a la cirugía paliativa de Fontan (fisiología univentricular).
El reto es grande, pero solo lo podremos afrontar si preparamos especialistas que tengan la capacidad de resolver cardiopatías congénitas en cualquier etapa de la vida, pues estos son parte de la población económicamente activa, que se encuentra empujando el futuro de nuestro país.