La decisión sobre qué y dónde realizar los estudios profesionales constituye un verdadero reto para una gran cantidad de muchachos. No todos ellos distinguen con facilidad ese llamado innato que forma parte del sentido de la vida. Su origen quizá siempre sea un misterio. Sin embargo, lo que resulta claro, es que, cuando un joven lo identifica, es capaz de empeñar el más grande ímpetu en cumplir su misión personal. Por tanto, este impulso debe valorarse de manera especial ahora que los medios digitales se han convertido casi en la única ventana a la vida para muchos jóvenes en el proceso de elegir carrera y universidad.
Es cierto que no son pocos los que justamente en estos días ya están ingresando a las instituciones. Sin embargo, también existe un alarmante número de ellos que han quedado rezagados por razones igual de novedosas e inesperadas que la pandemia. A algunos no les sentaron bien las improvisaciones de una educación que se vio forzada a migrar de la modalidad presencial a la electrónica. A otros, les ha sido confuso y desafiante tratar de descubrir qué carrera estudiar desde el encierro de una habitación y ajenos a las importantes vivencias preparatorias del último ciclo escolar previo a su elección, lo cual no es extraño, pues el contacto con el mundo es la herramienta madre para ubicar con precisión los intereses profesionales. En consecuencia, quienes no lograron adaptarse a la nueva educación o no alcanzaron a definir con claridad sus inclinaciones, han quedado flotando en el sinsentido de la nada y con el dolor de ver a sus amigos avanzar en los estudios profesionales. El escenario es bastante delicado. Para muestra, en las últimas semanas han llegado a nuestra clínica varios jóvenes que, bajo circunstancias semejantes, han pensado en recurrir a drásticas salidas.
Hemos de considerar que lo que está sucediendo ahora, no es lo mismo que en otros años. Un joven que se mantiene horas y días en aparente tranquilidad, frente a su computadora, sin saber qué hacer y sin poder explorar libremente nuevas posibilidades, requiere ayuda y supervisión especial. ¿Cómo dársela?
Primero que nada, debes saber que esta condición golpea directamente su autoestima. No importa qué tan seguro lo hayas visto en el pasado. El no ingresar a la universidad es un golpe y, en muchas ocasiones, la vergüenza explica su tendencia a negar cómo se siente. Por ello necesita tu compañía. No basta con preguntarle “¿Cómo estás?” Debes buscar momentos de convivencia, frecuentes e íntimos, es decir, sin la intervención de otras personas para darle la confianza de expresar sus verdaderos sentimientos y conocer así lo que realmente necesita. Una manera de reconstruir su lesionada autoestima consiste en escuchar con atención sus anhelos, preocupaciones e incluso su desesperanza. Esta acción le hará sentirse valorado además de que le recordará el recurso de escucharse a sí mismo para hacer una correcta elección. Si llegara a expresar intenciones poco viables, es importante, ofrecerle reflexiones claras y realistas, pero no manipulaciones: ningún joven debe tener en su agenda cumplir con las expectativas o necesidades de la familia.
El acompañamiento en la búsqueda de información y la exploración de instituciones o áreas de estudio, también pueden ser altamente tranquilizadoras, pues le ayudarán a vislumbrar un futuro que él puede haber perdido de vista y un complemento estratégico puede ser su inclusión en talleres o cursos extraescolares relacionados con sus probables inclinaciones vocacionales, ya sea en línea o tanto mejor, si hay la oportunidad de que sean presenciales.
Por otra parte, si bien puede estarle ayudando a permanecer menos agobiado, ver series o establecer contactos virtuales con amigos a través de chats o videojuegos, es indispensable regular este tipo de actividades. No puedes permitirle que les dedique largas jornadas y se aísle aún más, pues esto, incrementa el desaliento y la depresión. LA VIDA SE CONSTRUYE EN LA REALIDAD, NO EN LA VIRTUALIDAD. Aún incluso si tu hijo deseara dedicarse a alguna profesión informática, por irónico que parezca, debes empujarle a realizar algún deporte, a cuidar sus hábitos como el sueño, la alimentación, el baño, el arreglo personal y el aseo de sus espacios, así como propiciar algunas salidas de casa en la medida de lo posible y cuidando las medidas sanitarias.
Por último, algo que NO requiere, es cargar con el miedo de sus padres. Hay jóvenes que eligen profesiones de cierto nivel de peligro. Antes de censurar o devaluar sus intereses, es necesario que tanto el chico como los padres hagan un profundo ejercicio de conciencia para conocer la autenticidad de tal inclinación. Nada hay más peligroso para la vida de un ser humano que no hacer aquello para lo que está llamado. Si a pesar de los esfuerzos de ambas partes resulta complicado aterrizar en una decisión estable y consensuada, es momento de consultar a un especialista en orientación vocacional. Esperamos de todo corazón que esta reflexión te ayude a identificar si en tu entorno existe algún joven que con su silencio e inmovilidad esté pidiendo ayuda y, recuerda, si ves que el estado emocional del muchacho no mejora, debe considerarse seriamente la opción de una atención psicológica.
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