
No me importa si esto no se lee, total,
a veces hay que escribir para uno mismo,
lo elegí así, como la catarsis perfecta,
porque esto del mundo adulto
no me complace en lo absoluto,
sacrifiqué lo más hermoso de mi juventud,
¡para esto!
Debí haber bailado más,
tocado más,
besado más,
salido más,
debí haber vivido más.
En el aire se respira
el olor putrefacto de la frustración,
de no poder ver,
abrazar, conversar con amigos del ayer,
con personas que, también,
traen su propia trayectoria de la cuesta vida.
En este momento,
canciones del ayer toman sentido,
debí quedarme joven,
y aunque me aferro
a tener tres gotas de positivismo,
de la moda de «vibra alta»,
lo cierto es
que el frasco de la fe ya se me terminó.

Me cuestiono,
en lo más profundo de mi miserable ser,
desesperado, amargo, triste y roto,
si todo el sacrificio valió la pena,
traigo un tenis roto,
no hay gas en la casa, y tampoco
nada de lo que imaginé.
El sacrificio de mi juventud
se quedó en el pasado,
en el más profundo y amado de mis recuerdos,
aun queriendo, los recuerdos no se viven,
no se abrazan, no conversan,
no vuelven,
solo me queda no cometer el error de ayer,
para que mi ser joven de hoy
no lamente en otros veinte años,
lo que no pudo hacer en este ahora,
doloroso, pero, al fin y al cabo,
mi ahora, es lo único que me queda.

