Hoy es el día en que los niños —y los no tanto— esperan con ansia la llegada de los reyes de Oriente. Cada año en México, España y algunos lugares de Latinoamérica los niños escriben su carta para pedir, por lo general, juguetes o aquellas cosas que más les hacen ilusión. La consigna es que deben portarse bien durante todo el año y solo son tres los deseos a pedir porque únicamente son tres Reyes Magos; así lo dicta la tradición. Claro que siempre existen las excepciones. Yo recuerdo que de niña a mí sí me cumplían esa norma y a mis primos les traían más juguetes, ¿acaso los reyes eran estrictos conmigo?
Pero vayamos tiempo atrás. La aparición de estos personajes se remonta a los Evangelios Apócrifos, donde nos relatan cómo unos “magos” de Oriente se enteran de que ha nacido el rey de los judíos y guiados por una estrella llegan hasta él. En ese contexto la palabra mago era un sinónimo de astrólogo, es decir, eran personas que se dedicaban a la interpretación de los planetas o cualquier fenómeno celeste. Al paso de los años, en el siglo XII y gracias a la literatura medieval española, es que conocemos a estos personajes como Melchor, Gaspar y Baltasar, pues el Auto de los Reyes Magos es el texto teatral más antiguo en español que aún se conserva.
Sin duda, lo más bello de esta tradición, además de su origen, es que cuando eres pequeño esperas a que sea la mañana del 6 de enero para ver si los reyes te trajeron lo que pediste y te sorprendes porque lo consiguieron. Cuando eres adulto y hay un niño cerca, te conviertes en ayudante de los magos de Oriente, la perspectiva es distinta pero la ilusión es la misma. De lo único que debemos cuidarnos es de que no nos salga el muñequito al partir la rosca para no deber los tamales el 2 de febrero. ¡Feliz Día de Reyes!