Durante mucho tiempo se ha dicho que la familia es la base de la sociedad, ya que es la unidad más pequeña dentro de un grupo social. Juega un papel indispensable en el desarrollo del niño en todas las áreas del desarrollo, como son el desarrollo motor, el área personal social que incluye el manejo de emociones y desarrollo de la personalidad, el cognitivo, lenguaje y la comunicación, etcétera.

 Es en este contexto familiar en donde el niño aprende las reglas básicas de convivencia en una sociedad, a comunicarse y a interactuar con las demás personas, a conocerse y a descubrirse para después salir y a reconocerse en un mundo que es más grande que su familia. Para lograr esto, es necesario que se cumplan ciertas funciones dentro de la familia, las cuales cubren las necesidades de todos sus integrantes y, por supuesto, de los niños.

En este artículo, mencionaré tres tipos de necesidades que la familia debe cubrir:

 Necesidades básicas, son aquellas que son indispensables para subsistir, tales como la comida, el vestido, el techo, la salud, etcétera. Cubrir estas necesidades es una de las funciones fundamentales de la familia y forman parte de los derechos de los niños.

 Las necesidades emocionales, se refieren a cubrir las necesidades de pertenencia (sentir que formas parte de un grupo) de aceptación, valoración, de ser amados y protegidos, etcétera. Al verse cubiertas estas necesidades, el niño desarrolla sus habilidades sociales, las cuales le van a permitir relacionarse con los otros y enfrentar las demandas de un mundo allá afuera del entorno familiar.

En algunas ocasiones, por cuestiones de rutina, necesidades económicas, falta de conocimiento, podemos preocupamos más por cubrir las primeras necesidades básicas y trabajamos para que a nuestros hijos no les falte nada, para ofrecerles una buena educación, para cubrir sus necesidades de salud, tener una alimentación adecuada, brindarles un estilo de vida que a nosotros nos hubiera gustado tener o es el que tuvimos y queremos conservar o mejorar. Pero a veces nos concentramos tanto en esas necesidades básicas que hacemos a un lado la cobertura de las necesidades emocionales. ¿Qué tanto todo eso nos permite y nos deja el tiempo para poder cubrir sus necesidades emocionales?, ¿qué hacemos en casa para que nuestros hijos se sientan que pertenecen a ese grupo familiar, para que se sientan aceptados, amados, cuidados, protegidos, respetados, valorados y reconocidos por sus padres?

 Así que, por un lado, la familia debe cumplir con la cobertura de las necesidades básicas, pero, sobre todo, debe cubrir las necesidades emocionales.

La tercera función indispensable de la familia es preparar a los hijos para la vida adulta y facilitarles la integración a la sociedad, sin embargo, no siempre se logran estos objetivos.

¿Realmente estamos preparando a nuestros hijos para enfrentar la vida, para los retos que esta implica?

Planteré esto como una línea continua en la vida en donde en un extremo (derecho) está vivir con plenitud, en un estado de bienestar integral y, por el otro lado (izquierdo), está el deseo de no querer vivir.

Quienes viven en el área de vivir con plenitud son familias cuyos adultos disfrutan de una paz interna,  de armonía, son personas que tienen metas, proyectos, motivaciones, que les gusta mantener relaciones saludables, desarrollan la autoestima de los hijos,  cuentan con habilidades para resolver problemas, construyen un proyecto de familia, proyectos de vida, previenen  conductas adictivas y de riesgos. Existe una comunicación asertiva, un adecuado nivel de confianza personal, respeto, son personas inteligentes emocionalmente, respetuosas de sí mismas y de los demás, cuentan con estrategias para resolver problemas, hay sentido de responsabilidad, existe la visualización de un futuro, un adecuado rendimiento escolar y laboral, etcétera.   Por lo que, los hijos reciben toda esa información y aprenden a relacionarse de una manera adecuada, positiva, logran generar un ambiente saludable, de comunicación, respeto y confianza, con disciplina basada en reglas, respeto y amor.

 Ahora, en familias que viven del otro lado del continuo, existe una falta de sentido a la vida, no hay relaciones significativas,  hay sentimientos de soledad, de abandono,  poca motivación, sus  relaciones interpersonales pueden ser conflictivas, viven en un ambiente hostil, desorganizado, con falta de estructura, sin normas y reglas, con una comunicación pobre, conflictos familiares constantes, maltratos psicológicos, violencia familiar, abandono afectivo y físico, pérdidas importantes, abuso sexual, adicciones, enfermedades mentales como depresión, trastorno bipolar, comportamientos suicidas, etcétera.  Pueden presentarse alteraciones en la alimentación, en el dormir, existir conductas violentas, un bajo rendimiento escolar,  disminución o ruptura de la comunicación con los padres y las personas importantes o significativas, abandono en apariencia personal, quejas frecuentes de problemas físicos como enfermedades, pérdida de interés por incorporarse a actividades de grupo, retraimiento de los amigos, inseguridad, tristeza, apatía en el uso de frases que emplean, poco interés por la vida, presencia de fantasías, de ideas suicidas, etcétera. Estos pueden ser algunos de los indicadores que algo no está bien en ese ambiente familiar y que los hijos no están bien dentro de él. Si al revisar estos puntos te das cuenta que en la familia existen más características de la derecha del continuo, quiere decir que van por buen camino. Ahora bien,  si reconoces más características del otro lado, cuidado, tal vez sería momento de detenerse a revisar a detalle para identificar aquello que no esté funcionando y poder redireccionar el camino. Seguro habrán aspectos que al identificarlos sean fáciles de resolver, pero si hay otros que no lo sean, hay que buscar ayuda, todavía estarán muy a tiempo de cambiar a la familia hacia el otro lado de continuo.

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Cultura de Cambio “Crece con valores y nuevos comportamientos”

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