Derivado de la pandemia, especialmente del confinamiento, todos hemos tenido que adaptarnos a nuevas formas de vida y aprender nuevas formas de hacer lo que hacíamos antes de esta, o bien, aprender a hacer cosas nuevas, tal es el caso del trabajo, de las convivencias y relaciones con los otros, de subsistir económicamente, etcétera. No ha sido un proceso fácil, para algunos quizá la vida no cambió tanto; para otros es probable que su vida haya cambiado radicalmente, además de que todo ha sucedido de manera imprevista, no planeada y con la característica de la incertidumbre por no saber hasta cuándo terminará.
Muchas familias han perdido a familiares, han perdido sus empleos, sus negocios han sido afectados, sus recursos han sido mermados y no solo me refiero a recursos económicos, sino a recursos personales y familiares para enfrentar esta situación. Lo cual puede generar un ambiente en casa de tensión, estrés, ansiedad, cuadros depresivos, maltrato, violencia, solo por mencionar algunos.
Bajo este nuevo contexto, los niños y adolescentes han tenido que adaptarse también a estas nuevas condiciones, no solo los adultos, y aprender una nueva forma de adquirir los aprendizajes escolares. Lo cual implica cambios en el interior de su familia ya que, independientemente de las adecuaciones necesarias que los adultos deban hacer para coordinar sus actividades domésticas y laborales, ahora deben incluir espacios físicos y de tiempo para las clases de sus hijos en una jornada escolar prácticamente completa.
Para los niños, implica también dejar a un lado su oportunidad para convivir con sus compañeros. Hay niños que por características familiares conviven solo con los adultos de casa y la escuela era el único espacio que tenían para conocer y relacionarse con los otros.
En algunos casos, han perdido la oportunidad de jugar, correr, saltar, trepar, patear una pelota y todo aquello que implica el juego físico libre y que forma parte importante de desarrollo infantil. Todo esto, puede influir en el estado psicológico del niño. Pueden sentirse tristes, aburridos, desesperados, ansiosos, irritados, desmotivados, desganados; estas no son las mejores condiciones para un óptimo proceso de aprendizaje. Sin olvidar que, como se mencionaba en el párrafo anterior, las condiciones y características familiares también influirán en la disposición del niño y adolescente para aprender.
Por otro lado, existen otros factores que pueden influir en el proceso de aprendizaje de los niños y jóvenes en esta nueva modalidad, tal es el caso de los recursos tecnológicos con los que cuentan, ya que no todos tienen lo que necesitan o lo tienen para toda la familia. Por más esfuerzos que se han hecho en este sentido, tanto el gobierno, como los particulares, no ha sido suficiente para cubrir las carencias existentes y que limita no solo a los alumnos, sino a los maestros también, quienes además han tenido que aprender acerca de la tecnología y a migrar sus cursos presenciales a una modalidad virtual.
Los procesos del pensamiento y estilos de aprendizaje que han desarrollado los niños y jóvenes también influyen, ya que aquellos que presentaban dificultades para atender en el aula física, pueden presentarlas también en el aula virtual; para aquellos chicos que aprenden más fácilmente a través de la experiencia, se verán limitados a adquirirlos a través de una pantalla, para quienes necesiten mayor acompañamiento en su proceso de aprendizaje y/o cuenten con él en casa, se verá con dificultades para su avance, etcétera. Considerando los elementos mencionados, es fundamental que identifiquemos y reconozcamos cómo están influyendo todos estos factores en nuestros niños y jóvenes y partir de ahí sean las exigencias para el área académica ya que, de lo contrario, se puede poner en riesgo su salud mental, lo cual dificultaría aún más su aprendizaje.
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Cultura de Cambio “Crece con valores y nuevos comportamientos”
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