Por: Carmen Berthet Dorantes
Constelaciones familiares
Si tan sólo como ejercicio mental imaginara que mañana, cuando despierte, ahí junto a mi cama estuviera La Muerte y la viera guiñándome un ojo o extendiéndome su mano, de seguro me pondría a temblar de purititito miedo.
De inmediato pensaría que aún no estoy lista, me faltan muchas cosas por hacer: mi testamento, mi afore, mis documentos, la junta, el trabajo, lo no dicho, mi sepultura, no quiero dejar problemas.
De pronto, como un hachazo que me parte el corazón, una gran tristeza me invade: las personas que amo, mi esposo, mis hijas, mi familia, mis amigos, mis vecinos, mis mascotas, mis cosas, mis apegos.
Ahí está toda mi vida: di y recibí. Di siempre lo mejor de mí y recibí también lo mejor de todos. La película de mi vida pasa rápidamente, varias emociones me inundan y salen por mis ojos.
“Adiós” tengo que decir, adiós a todo. No, no puedo, aún no estoy lista, no por favor. Noooooooooooooo.
Respiro profundamente, veo el reloj. No, no lo puedo creer. Hoy, es hoy. Aún tengo tiempo, mi corazón palpita. Síííííí, estoy viva, jajajajaja. Estoy viva. Puedo hacer y dar todo cuanto me falta.
A vivos y muertos los pondré siempre en mi corazón con todo aquello que me dieron para que vivan conmigo mientras yo viva, y les haré algo especial. Además de la ofrenda de muertos con flores de cempazúchitl, terciopelo, su comida favorita, su foto, sus calaveras y sus veladoras.
Gracias a ti, ¡Divina Muerte!, puedo apreciar aún más mi vida.
Querid@ lector(a), si tú hicieras este ejercicio, ¿Qué lista harías? ¿Cómo celebrarías que aún sigues con vida? ¿Qué harías de especial para los vivos y también para los muertos?
te invito a que reflexiones sobre tu quehacer. Tenemos la estafeta en nuestras manos, ¿Cómo la vamos a pasar a las siguientes generaciones? ¿Qué futuro estamos construyendo hoy?