Conforme se acerca el fin de año, es imposible no detenernos, voltear atrás y hacer un balance de lo vivido; el final de uno y el comienzo de otro forman parte de un momento que invita a la reflexión.
Despedir al año que termina y recibir al nuevo es motivo de nostalgia y alegría. Un año que termina siempre es un año menos de vida, se dejan atrás las alegrías, enojos, triunfos y tristezas de lo vivido en cada uno de los 365 días que se van.
Y por ello, en estos días, es común hacernos las siguientes preguntas: ¿cómo viví este año?, ¿qué aprendí? y ¿qué gané, qué perdí y qué aprendí? Cuáles de nuestras metas y aspiraciones se cumplieron, cuáles quedaron en el tintero y qué sorpresas nos trajo el año.
Luego de contestar estas preguntas, desde lo personal, familiar y profesional, estamos listos para despedir este ciclo y recibir el nuevo con optimismo, alegría y renovados propósitos en mente.
La época de Año Nuevo es muy significativa, pues para muchos representa una nueva oportunidad: la posibilidad de volver a empezar, de plantearse metas, de cambiar hábitos, hacer planes. Es de gran importancia tener sueños y proyectos en nuestra vida, renovarlos año con año, avanzar y soltar las metas y planes viejos que ya no queremos y superamos.
Por otro lado, iniciar un año también es motivo de alegría y optimismo porque aún estamos entre los vivos y tenemos la oportunidad de continuar con nuestros planes y disfrutar nuestros proyectos con las personas que amamos. Si llegas al final de un año y estás todavía vivo, entonces no has tenido un mal año.
Esta es la reflexión más importante, creo yo. Sí, establecer metas y hacer proyectos es el motor para el año que empieza, pero hay que detenernos a pensar en que todos esos planes los hacemos, de entrada, porque estamos vivos.
Más allá de nuestra situación económica, sentimental y de salud, de lo bien o mal que estamos, creo que la reflexión primaria debiera ser, justamente, el hecho de estar vivos; y eso ya es mucho, pues hay tantos que no llegaron a fin de año, así que estar aquí, haciendo propósitos para los 365 días que vienen, es motivo de celebración.
Te invito a que este fin de año, al sonar la medianoche, levantemos nuestras copas y brindemos no por el año nuevo que comienza, sino por la vida que continúa.
¡SALUD Y FELIZ AÑO NUEVO!