Son muy curiosas las vueltas que da la vida, cómo vamos viendo todo desde diferentes perspectivas.

 Recuerdo con mucho cariño a mis abuelos y todo lo que viví con ellos, los mimos, las canciones, los juegos, las historias, la casa llena de fotografías y recuerdos de una larga vida llena de experiencias, recuerdo a mi abuelo llegando a la casa con sorpresas en su mochila para mis hermanos y para mí, y la alegría que le daba vernos felices, recuerdo a mi abuela cantando mientras nos cocinaba y nos servía un plato caliente a la mesa y nos daba un beso en la frente antes de comer; ahora que no están agradezco cada momento que viví con ellos, recuerdos para toda la vida de un amor tan sincero y tan cálido que me hace sonreír de solo recordarlo.

Ahora me resulta muy curioso que, sin notarlo mis padres se transformaron en eso, ahora voy a su casa y me percato que ese lugar en el que crecí, al pasar de los años se fue llenando de esas fotografías, esos recuerdos, esas historias, sin darme cuenta la que un día fue mi casa se transformó en “la casa de los abuelos”.

Hoy veo con tanta alegría que mis papás son ahora los que reciben con tanto amor a su nieto, la forma en la que lo ven y le hablan, ver a mi madre cantarle y llenarlo de besos, ver a mi padre jugar con él y llevarlo a explorar a donde él quiera, ver cómo no pueden salir sin pensar en mi hijo y que siempre llegan con un regalo en la bolsa, y para ellos su mejor recompensa es su felicidad.

 Ahora incluso tengo una perspectiva mucho más amplia del rol que cumplen los abuelos, ahora veo que no solo están para sus nietos, también están para nosotros, nos comparten toda esa sabiduría que adquirieron a través de los años y nos siguen dando lo mejor de ellos esperando que nosotros cumplamos el papel de padre mejor de lo que ellos lo hicieron; sin embargo, nos muestran humildad, ya que no solo están dispuestos a enseñar, sino que siguen aprendiendo y mejorando siempre.

Hoy me toca tomar el lugar donde estuvieron mis padres para ser espectador de eso que un día viví en carne propia, pero es una sensación tan única, que me hace tan feliz saber que mi hijo tiene a personas que lo amen tanto y que siempre van a estar para él.

Como padre nos toca ser maestros y acompañar en cada proceso, y eso a veces significa que podamos parecer los malos de la historia, pero es lo que nuestros hijos necesitan; los abuelos, ellos ya cumplieron, ya lo dieron todo por nosotros, ya se preocuparon y se desvelaron, ya les toco ser firmes y estrictos, ahora les toca disfrutar, tener total libertad de dar amor desmedido y sin crianza, ahora tienen esa luz en sus vidas que los tiene en plenitud, en palabras de ellos “tener en sus brazos un pedacito de aquellos por los que lo dieron todo”, y no hay sensación que se le iguale al ver sus rostros cuando lo miran a los ojos y le dicen “eres el amor de mi vida”, y saber que lo dicen en serio; lejos de sentirme triste o apartado por ello, me llena el corazón y me hace muy feliz sentir que eso mismo fue lo que sintieron  mis abuelos por mí y que todo eso que yo viví y recuerdo con tanto amor, ahora le toca a mi hijo.

Feliz día a todos los abuelos y gracias por dar todo ese amor a esos chiquitos que son nuestro motor de vida, por enseñarles que sí puede existir el amor incondicional, el amor verdadero, el más grande amor que puede existir.