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¡Feliz día del diseño! Por: Rodrigo Pedroza García

“Un diseño bonito, fresco, limpio, moderno, con estos cuatro o cinco (o mil) elementos, pero que no se vea saturado, ¡ah!, y que sea impactante”. Eso pide el cliente, y tú entras en el proceso creativo, desde la emoción inicial al bloqueo, a la crisis, a la epifanía y, finalmente, estás tan orgulloso de tu síntesis visual, para que al final de todo el cliente te salga con un “métele más diseño, mano”.

Otras veces sientes tanto orgullo, y piensas que acabas de hacer el mejor diseño del universo para que, al final, termines añadiendo esa horrible estampita de Piolín a tu creación. Y no falta el que te pide diseños en Power Point, o el que piensa en mejor ahorrarse unos pesos y optar por el “hágalo usted mismo”. No diremos mucho al respecto, pero por eso es que hay expertos en cada área de oportunidad, ¿no crees?

¿Qué es el diseño? ¿Qué significa ser diseñador? Lamentablemente en nuestro país esta noble labor está infravalorada. Al principio pensé que era broma, pero sí que me han tocado personas que me han dicho —sobre todo a la hora de pagar—: “pero si nada más es cosa de apretar un botón”.

Pero resulta que ser diseñador —un verdadero diseñador—, es mucho más complejo que eso.

Un diseñador es ser un interpretador de ilusiones. Es alguien que puede traducir la imagen, la cara de tu idea, el cómo te conocerán allá afuera. Por eso el diseño es más que apretar un botón: es sustraer ideas de un mar de conceptos y luego interpretarlas, sintetizarlas; puede tomar su inspiración de los colores de la calle (del azul, el amarillo, el verde y el rosa de los mercados, costumbres y pueblos de nuestro México) o si es preciso, del frío de la sobriedad (como las tendencias europeas o asiáticas), o mezclarlo todo, no importa; se trata de recolectar cosas nuevas, a modo de que esa complejidad que tenía el cliente en la mente se convierta en algo tan digerible que, sin perder elegancia, conserve la identidad única.

Oh sí, el diseñador crea identidad. A un negocio, a una casa, a un libro, a una página web, un producto, al bonito envase que tanto te gusta, a una persona… Así te conocerán en la ruda selva de la información, así serás distinto, así podrás despegar, así un sueño se convierte en realidad y se materializa en formas y colores.

Como diseñador, quisiera recalcar, querido lector, que ese proceso creativo lleva mucho tras bambalinas. Es decir: hay sintaxis de la imagen, psicología del color, un sinfín de reglas, composición, equilibrio, mucho café nocturno y un largo etcétera. Pero también debemos ser honestos: no es nada fácil. Es una labor, como decíamos arriba, infravalorada. Muchas veces mal pagada. A veces creída innecesaria. Pero si nos ponemos a pensar (y a ver) bien, el diseño está presente en todos lados. Si no hubiera diseñadores, habría un desordenado caos de imágenes y lugares sin sentido. El diseño ayuda a la tranquilidad mental: equilibro, simetría, formas y colores se combinan para crear orden. Y el orden crea respiro, te permite tomar ese tiempo antes de entender el mensaje, cualquiera que sea.

Como todas las otras profesiones, es justo y necesario que la valoremos como lo que es: una actividad cuyo sentido se encuentra del lado más humano de las necesidades actuales. Una labor que de pronto es artística y de pronto se vuelve técnica, o quizás tomando palabras de Aristóteles, es la realización de la tekné: el arte con una utilidad, la imagen de tu sueño hecho proyecto.

Y si el diseñador tiene esta capacidad de interpretación, ¿por qué no valorar su trabajo? ¡Claro que debemos hacerlo!

¡Por eso, feliz día del diseñador! Porque gracias a este ejército de mujeres y hombres quisquillosos de los colores, las formas y los conceptos, podemos competir en el mercado, o vestir con estilo, o disfrutar de historias, o aprender con ayudas visuales, o reír, o un montón de cosas que nos hacen la vida más linda, más estética, más ordenada.

Claro, no todo el diseño es bueno. Hay diseños que mienten para vender, se han alienado, como diría Marx; pero no todo es así. El buen y honesto diseño siempre estará presente, siempre habrá esa necesidad de colorear la vida, de ayudar al que emprende, de materializar los sueños, de alcanzar metas, de ser honestos, de guiar al cliente hacia la meta de la buena imagen.

Y gracias a que mis colegas jamás dejarán de hacer con tanto empeño lo que hacen, sabremos que podremos disfrutar de las buenas cosas de la vida en casi cada cosa que sostengamos en las manos, o que veamos.

Por eso decimos: Gracias, diseñadores, por colorear la vida. ¡No dejen de hacerlo!

Rodrigo Pedroza García es diseñador de Comunicación Global Design y autor de Crónicas de la Confederación Cuántica: 1.

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