Recuerdo como si fuese hoy, cuando acompañaba a mi padre, mi gran maestro, a recorrer la Ciénaga de Chapala, disfrutaba apreciar su abundante fauna, sobre todo cuando llegaba la migración de diversas aves venidas de lejanas tierras a pasar su invierno en la Laguna de Chapala; los enormes y elegantes pelícanos blancos, que aún hoy podemos contemplarlos (son cuidados y alimentados por los lugareños de la región), diversas especies de patos, el hermoso y elegante pato pinto, el cucharón, el canelo, el garbancero y la chaufiria, pato valorado por sus hermosos y sabrosos huevos, que pareciera que fuesen pintados por un artista, entre otros, así como diversas especies de garzas, la elegante garza real, la hermosa y esbelta garza gris, además de gaviotas y la majestuosa águila pescadora. Hoy es triste el saber que tan solo quedan los recuerdos, ya que muchos de ellos prácticamente ya no nos honran con su visita. El río Lerma, desde que inicia su dilatado recorrido hasta desembocar en la Laguna de Chapala se descarga en él sin compasión y respeto en esta arteria, de manera permanente grandes cantidades residuos industriales, orgánicos, sin faltar los agroquímicos, con sus consecuencias obvias, la contaminación de las aguas de la laguna, y con ello la paulatina desaparición de la diversas las aves migratorias, así como su fauna acuática; la carpa, el bagre, el prácticamente extinto pescado blanco y una especie muy valorada por su rico sabor la llamada popocha, tan solo existe hoy en el recuerdo en unos cuantos pobladores, la que aún se encuentra es la resistente mojarra, introducida hace algunos años, y que es la que sostiene precariamente a los pocos pescadores que ahí existen.
Los canales tributarios no corrieron mejor suerte, vienen saturados de desechos que vomitan los drenajes de toda la región, sin faltar los agroquímicos altamente tóxicos que se utilizan sin cuartel, en lo que llamamos la agricultura moderna, los abuelos y padres eran sabios, respetaban y amaban la tierra, la fertilizaban con productos naturales y en ella sembraban el maíz, el maíz milo, el frijol, el trigo, entre muchos otros cultivos que se daban en abundancia, no había hambre, la Madre Tierra era pródiga, en las aguas de los canales de riego abundaban los peces, sin faltar las ranas, tortugas y serpientes de agua. Lo que más disfrutaba era cuando veía al paciente martín pescador, que se lanzaba como flecha a sus aguas y salía con un pez atrapado en su cincelado pico.
En compañía de mi padre, y siendo aún un niño, recorríamos el campo, me enseñó a apreciar y respetar su abundante fauna, a las codornices que corrían presurosas por las lomas como si fuesen a llegar tarde a la escuela; al halcón, a la aguililla, al zopilote que recorría paciente la ciénaga en busca de alimento y a las huilotas en invierno que recorrían en bandadas las tierras, ya cosechadas, en busca de granos, al igual que los abundantes tordos negros que además de atacar las cosechas si estas no se cuidaban, se alimentaban de insectos, que muchos de ellos eran plagas para los cultivos.
La noche era mi preferida, cuando llevaba la cena a los trabajadores que regaban la tierra y preparaban para sembrar el trigo, ya que por el camino cruzaban como flechas el conejo, la liebre y el tlacuache, era para mí una suerte ver al candingo rayado, una especie de comadreja de cuerpo delgado y flexible y que se alimentaba de roedores, y que junto con otras especies, como el airado alicante, serpiente de múltiples colores y no venenosa controlaban su población.
Extraño a mi padre, mi gran maestro, quien emprendió el gran viaje a los 42 años, dejando un gran vacío en mí y en la familia… ¡Cómo te extraño, padre! No obstante, la vida sigue, y gracias a la educación que me dio, cimentada en los valores universales; como pude, tomé las riendas y me hice cargo de dar continuidad, no sin esfuerzo, a las labores del campo.
Mas todo cambió, al poco tiempo de su partida, llegaron vientos de cambio, mas no benéficos, todo lo contrario, fueron borrascas que de manera abrupta rompieron con el equilibrio y riquezas de mi bella y rica tierra.
Llegaron personas de una dependencia de gobierno con un programa para controlar la rata, con un procedimiento que se basaba en tirar granos de garbanzo y maíz envenenados, en vano les dije que iban a envenenar la tierra, y con argumentos absurdos la iniciaron, cabe decir lo que sucedió a los pocos días de haber iniciado esta campaña ecocida, no solo mataron a las ratas (de manera temporal, ya que al poco tiempo ellas, con su gran poder de adaptación, reaparecieron), eliminaron al igual a todos sus depredadores.
La historia no termina, ni ha terminado, y por si esto no bastara, rociaron los canales con herbicidas para eliminar a un invasor, traído no sé por quién, el lirio acuático, al momento intoxicaron los canales, y por todo su cauce se apreciaban los cadáveres de la fauna acuática, sin contar las aguas de los drenajes, que al igual vomitaron sus desechos. Conclusión, esta otrora hermosa y rica tierra cambió para siempre, su flora y fauna prácticamente desapareció, al igual que su economía basada en la siembra y la pesca, actividades que prácticamente se han colapsado.
Los acontecimientos siguieron, aparecieron los agroquímicos e insecticidas, de momento fueron efectivos, mas paulatinamente empezaron a contaminar la tierra y eliminaron a los controladores naturales, y las aguas de riego se contaminaron al igual que sus canales.
De nada sirvieron las protestas de sus habitantes… las decisiones estaban tomadas.
La pregunta obligada es ¿podremos rescatar esta y otras tierras alteradas por las acciones del hombre? Considero que sí, mas se requiere entender a la Madre Tierra, sus procesos, la importancia de sus seres vivos y los elementos que requiere, así como estructurar un programa integral basado en la sustentabilidad, rompiendo el paradigma de que la naturaleza es un almacén inagotable de recursos naturales; ella es un ser vivo que siente todos los daños que a ella provocamos, ella no está enferma… la estamos asesinando.
Un servidor tuvo el privilegio de conocer al astronauta José Hernández Moreno, de padres michoacanos, y le pregunté: ¿Qué fue lo más hermoso y significativo de tu viaje al espacio?, y me contestó emocionado… mi planeta, se veía hermoso, como un ser vivo, cubierto con una piel de tierra y agua donde el milagro de la vida se hizo presente.
Gracias.
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