Pienso que, para los seres humanos, la felicidad es un deseo que inflama sus corazones. Toda persona la quiere al menos para sí mismo y para sus seres queridos; sin embargo, parece muy difícil de alcanzar: nuestras características personales, el entorno social, los apremios por cumplir con las responsabilidades laborales, las exigencias académicas, la amplísima gama de información e intercomunicación en la cual estamos inmersos y, un largo etcétera, hacen sinergia para dificultar el acceso a la felicidad.
Los humanos somos maravillosos, nuestra configuración está orientada a lograr finalidades o propósitos. El cuerpo, el espíritu, la mente como grandes ejes rectores de nuestra totalidad funcionan de manera coordinada, extraordinaria e incomparablemente perfecta. Además, gozamos de un talento-necesidad, probablemente tan natural que escasamente se reflexiona respecto a su gran importancia, ese talento-necesidad es bifronte: la autocomunicación y la comunicación social o lenguaje -verbal, escrito, corporal-. La autocomunicación, como oportunidad de interiorizar en nosotros mismos; el otro frente, la comunicación social, ¿qué sería de cada uno de nosotros si no contáramos con medios para transmitir reflexiones, sentimientos, emociones, opiniones, conocimientos? Adicionalmente, ¿sería posible un mundo si la comunicación que realizamos no tiene un receptor y, algún impacto en quien recibe ese mensaje?, somos por necesidad dialógico-personal-sociales.
He afirmado que nuestra configuración está orientada para alcanzar finalidades o propósitos, naturalmente y en principio, deberían ser para nuestro bien -lo que sea “bien”, espero tener oportunidad en otro momento de comentar al respecto-; digo naturalmente y en principio, pues es contrario a la razón llevar a cabo alguna conducta por medio de la cual, deliberadamente aspiremos a causarnos de modo directo un daño, un mal. Una finalidad o propósito de los seres humanos de superlativa importancia es la de trabajar por la felicidad, personal, familiar, social -amigos, vecinos, de trabajo, escolar, instituciones, en fin, agrupaciones de personas- vista de ese modo, como una actividad constante y permanente, es posible alcanzarla. Lo contrario, es decir, admitir que la felicidad es una ilusión, algo irreal, como algo que puede o no suceder, que se merece o no se merece, es antinatural e irrazonable. ¿Has tenido algún momento de felicidad?, tu respuesta seguramente es afirmativa, ello basta para confirmar que la felicidad es posible. ¿Cómo? Sincronizar cuerpo, espíritu, mente, lenguaje, individuo, sociedad.
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