Con frecuencia acuden a nuestra clínica padres de familia que se quejan de que, repentinamente, sus hijos, al llegar a la adolescencia, se han vuelto herméticos, aislados y evasivos frente a la familia, lo cual es natural, ya que todo chico en esa etapa requiere intimidad.

Suelen utilizar su recámara para pensar, imaginar el futuro y experimentar nuevas sensaciones, mientras hacen tarea, descansan, juegan o chatean. Están en sus primeros ensayos de independencia. No es de extrañarse que busquen retirarse por largas horas.

No obstante, un chico en estado normal debe poder salir de su “guarida” para convivir diariamente y de manera cordial con los demás, compartiendo pequeños segmentos de tiempo en el apoyo común. Esto, no quiere decir que siempre lo haga de manera espontánea. En algunas ocasiones los mayores habrán de presionarle para que haga acto de presencia. Pero esto es muy diferente a una anécdota que quiero contarles.

Hace unas semanas atendí a un chico cuya familia me manifestaba la necesidad de atenderlo psicológicamente, ya que, a decir de sus padres, se había comportado con enormes faltas de respeto, gritándoles que no los quería, que no deseaba convivir con ellos, ni dejar los videojuegos y que se sentía tan presionado que quería matarse. Una queja adicional era que la escena se había repetido ya en varias ocasiones.

El diagnóstico psicológico de este chico reveló una profunda sensación de soledad y falta de atención de parte de su familia y sí, también el deseo de desaparecer del mundo.

¿Cómo identificar si mi hijo está pasando por una crisis mayor o solo tuvo un berrinche momentáneo? 

Un chico que se sumerge en su cuarto por horas o días, para solo salir a pelear, está sufriendo y pidiendo atención y afecto a gritos. Quizá ni si quiera se esté dando cuenta de ello, pero en verdad lo requiere. El hecho de proveerle alimento, casa y escuela e, incluso, permanecer a su lado, no implica necesariamente nutrir su alma. Nadie se siente amado en una relación, si la contraparte pasa todo su tiempo frente a una pantalla, en el trabajo o en otros asuntos ¿o sí?

En muchos casos, el problema no es que los padres no amen a sus hijos, sino que les hace falta realizar las acciones correctas para que se sientan amados. La manera de darle el amor a un chico es un arte que se construye poco a poco, con una mezcla de respeto a sus espacios y conquistas, pero también de reconocimiento, atención y un manejo asertivo y claro de los límites. 

El rechazo abierto y constante de un hijo es una señal de alarma que indica que hay algo en su interior que se está resquebrajando rápidamente.  ¡Que no te gane el reloj! A veces las drogas o un acto impulsivo están en la siguiente vuelta de las manecillas. Si sientes que la situación como padre te rebasa, no dudes en pedir ayuda a un profesional. ¡Es indispensable!

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